Non Grata





De René Verduzco Cortés

Se dice que cuando una persona atraviesa muchos problemas desde su infancia, sólo su espíritu puede curar sus heridas o ahondar más en ellas. Los rotos son aquellos que jamás pudieron sanar y que cuando se les presentó una oportunidad en la vida, hicieron caso a sus heridas para dañar a otros, y así sobresalir gracias a la bendición de la oportunidad.

En 1975 Pamela Sierra entendió que podía manipular a la gente e incluso acostarse con cuantos hombres pudiera, con tan sólo saber como utilizarlos. Utilizar a la gente es un arte, un arte tan blanco como el petróleo, se casó por primera vez con su mejor amigo para conseguir un puesto en la universidad, y se casó por segunda vez para concebir a su pequeña Mariana. En 1980 se juntaba con sus amigas para ver pornografía y entendió que había hombres que no podía manipular, así es como conoció a su segundo esposo, ese afán de poder desmoronado por la frialdad de su marido, hizo que Pamela se fijara en otras mujeres e inculcara un tono “hembrista” en la psique de su hija Mariana López Sierra.

Pamela estudió psicología y mercadotecnia, dos armas que le procuraron un ejercito de estudiantes y empleados, que debían jurarle lealtad al estilo Hitleriano por excelencia. Durante años pudo robar recursos de diversas instituciones, dando discursos sutilmente agresivos sobre la supremacía de la mujer sobre el hombre. Su hija Mariana entendía tan bien las ideas de su madre y se enamoró de ella hasta la edad adulta, donde se abrió a mujeres más jóvenes y experimento el deseo carnal por todas ellas. Pamela se divorció con tonos de tristeza, porque ella aseguraba que amaba a Cornelio, pero este decidió dejarla cuando el espíritu Hitleriano se apoderó del hogar de Pamela, moldeando a Mariana como un soldado de las artes, de las mujeres emancipadas y la diplomacia.

Pamela solía pintarse sombras marcadas alrededor de los ojos en los años ochentas, parecía una pantera, un felino agazapado que espera morder cuanta presa se cruce en su camino, y cruzar tantos caminos como su paso se lo permita. Además usaba un perfume penetrante, y se terminaba una botella cada mes, creando un aura aromática que podía olerse a grandes distancias y anunciaba la llegada del demonio entre nosotros. No tenía amigas, su espíritu competitivo las asustaba y aunque las defendía de los hombres, las envidiaba y las sentía competencia. Cornelio solía amar la perspicacia de Pamela, pero como todo hombre regular, sentía que vivía con otro hombre, con una mujer parecida a su padre, que daba órdenes muy específicas con horarios determinados.

A finales de los años noventa, Pamela Sierra fue destituida de su cargo, cuando se le investigó por mal uso de las donaciones a la organización a su cargo, y fue despedida de un día para otro. Su mente calculadora ya había encontrado donde meter las garras, la descuidada escuela de su primer esposo, Leonardo Esponda. Leonardo sintió que era una gran oportunidad de renovar su escuela, Pamela fue quitando estorbos y despidió al personal de la escuela, metiendo súbditos de todas las edades en los puestos que se iban desocupando, y así convertir a Leonardo en su nuevo Cornelio. Pero Leonardo ya no tenía interés en las mujeres, y al parecer Pamela tampoco tenía interés en Leonardo y los demás hombres. Susana Balbuena era una maestra muy capaz, y era uno de los blancos que debía disparar, para cuidar el reino que iba construyendo, lo difícil era que se sentía atraída hacia ella, cosa que le causaba corto circuito en su mecanismo de ataque y defensa, por la supremacía en su entorno.

Susana Balbuena era lesbiana y estaba liada con Columba, una agente de viajes misteriosa que se vestía de colores oscuros y al caminar, arrastraba sus pies a sus cincuenta años. Cuando Pamela entendió que jamás tendría una oportunidad con Susana, decidió despedirla, sin saber que Susana contra-atacaría con una demanda a la escuela. Balbuena ganó la demanda y con el dinero abrió su propia escuela, Columba estaba orgullosa del dinero que Susana había hecho, mientras Pamela Sierra explotaba con un volcán negro donde la lava venía de sus entrañas. La escuela de Leonardo Esponda tuvo mayor éxito en los siguientes años y contaba con más de mil estudiantes, Mariana daba clases y enamoraba a las alumnas que querían aprobar la materia. Pamela Sierra tenía tanto dinero que podía usar tres perfumes a la vez, en un día. Se rociaba de aromas dulces y aromas arrogantes, dejando a su paso ese gran choque eléctrico que su mente poderosa y aplastante, escupía a la humanidad.

Cuando estaba en la coronación de sus éxitos laborales, decidió que Mariana y ella deberían hacer un viaje majestuoso por países que ella desconociera, y así celebrar el honor de ser tan acertada en sus decisiones como empresaria. Mariana estaba muy emocionada por las compras y ambas decidieron que querían conocer Japón. Pusieron al día sus pasaportes e investigaron que no necesitaban visa para viajar al lejano oriente, haciendo sus maletas con ilusión.

Abordaron el avión en la madrugada y después de más de quince horas de viaje, aterrizaron en el país del arroz y los kimonos. Cuando llegaron al aeropuerto, el agente miró el pasaporte de Pamela Sierra y entre tres policías, la escoltaron hacia un pequeño cuarto donde solo había sillas de espera. Mariana esperaba afuera del aeropuerto, tratando de llamar a México, para explicarle a Cornelio que su madre estaba detenida por causas desconocidas. Uno de los policías hablaba en inglés y explicó a Pamela que no podía entrar en el país, que no era un caso de posesión de sustancias ilegales sino que estaba clasificada como persona non grata en Japón. Ella no podía asimilar las razones que le impedían entrar al país, gritó y amenazó a los guardias y le hicieron cambiar su vuelo de regreso a México inmediatamente.

Tanto Mariana como Pamela se quejaban en el avión que abordaron, haciendo muecas y tratando de explicarse porque Pamela Sierra era una persona non grata en el país. A la llegada a México, Sierra levantó una demanda que nunca procedió, porque el país no necesitaba dar explicaciones según el acuerdo de las relaciones diplomáticas en su artículo número 9. Pasaron los años y Pamela envejeció, a sus sesenta años fue destituida de su cargo en la dirección de la escuela de Leonardo Esponda y se casó por tercera vez, con Manuel Linares, un empresario millonario que necesitaba una mujer de mano dura, para aplacar a los empleados de sus fábricas y demás negocios.

Los rotos tienen la oportunidad de enmendarse, pero algunos carecer del sentido de redención, Pamela Sierra murió a los ochenta años de la muerte más anhelada al quedarse dormida viendo la televisión, sin dolor pasó a mejor vida, encontrando la paz que nunca logró cuando su organismo estaba vivo, la muerte la llevó al final de un túnel, donde fue recibida por cálido sentimiento de felicidad que jamás experimentó, bienvenida al nuevo mundo, donde incluso los más crueles, encuentran la paz.

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