El Pueblo Pantano

El pueblo pantano.



En la madrugada para un domingo de primavera, la laguna mexicana se inmovilizaba con la ausencia del aire que venía del valle, vientos que ardían insoportablemente gracias a un pequeño volcán sin nombre. Cerca de Chapala, existe un pueblo donde se han aparecido animales no clasificados por las ciencias, sin prueba alguna, porque ninguno de los habitantes ha podido tomar alguna fotografía, que confirme la existencia de estos seres desconocidos para el mundo y su historia.
Mientras amanecía, se veían las canoas a mitad del enorme estanque, se escuchaban rezos paganos en otros idiomas, que no correspondían al cristianismo ni al idioma español, los pescadores tratando de pescar alguna trucha, buscaban al menos hueva de pescado o incluso alguna rana de buen tamaño para podérsela comer. Esa falta de viento en el ambiente, creaba una atmósfera incómoda, una mañana vaporosa en la que le lloraban los ojos a más de uno en el pueblo y las zonas cercanas a la laguna.
Las campanadas de las seis de la mañana, anunciaban la primera misa en el templo. Las viudas y las solteronas caminaban por las calles, algunas agitando un abanico, otras a paso rápido para llegar a tiempo y no ser juzgadas por los otros asistentes por llegar tarde. Había un chisme que estaba caducando, en el que uno de los alcohólicos del pueblo había sido asesinado cerca del canal, nadie  lo había visto en días y aunque no tenía enemigos, el pueblo tenía fama de no preocuparse demasiado por los demás una vez muertos, así que ni sus familiares cercanos se dieron a la tarea de buscarlo o denunciar su ausencia.

Había sido un hombre solitario que alguna vez tuvo mujer, solo que el alcoholismo del señor, fue un característica que a su mujer y todas las señoras del pueblo, terminó por volverlo un hombre sin empleo ni buen aspecto, su olor hedía a distancia, una mezcla de cerveza, secreciones humanas y descomposición de carne humana en vida.



Las calles estaban casi vacías. Una señora que era viuda hace cinco años y vivía lejos del templo, caminó rápidamente a lado del canal, no quería llegar tarde y tener que sentarse hasta atrás para no ser vista por las otras viudas de la región, tapándose la nariz por el terrible olor a estancado del agua sucia que corría lentamente hasta un túnel. El aroma que causaba repulsión no solo era el lirio podrido sino algo aún más insoportable para la mayoría de los humanos. Casi al final del canal, encontró al señor desaparecido tirado en el suelo y sin saber si acercarse o seguir caminando, se detuvo un momento. Un  renacuajo con alas voló hasta el cuerpo y ella claramente pudo ver el cuerpo de renacuajo con las pequeñas alas de campamocha agitándose rápidamente en el aire. De repente entendió que el olor nauseabundo era el de un cuerpo en descomposición y pasó de largo, dirigiéndose al templo a la velocidad máxima que su cuerpo sin condición pudo transportarla.





El aire se volvió aún más caliente y asfixiante, un montón de renacuajos de alas la persiguieron por detrás y otro grupo llegó por el frente, parecían abejas zumbando, enfurecidas por un maltrato, pero eran batracios. Uno se metió por un orificio de su nariz y el olor de los renacuajos la pararon en seco asqueada y agitando sus manos para sacudírselos. A lo lejos, vio al hombre que parecía haber muerto, caminando hacia ella. Las chicharras ensordecían su sentido del oído y le crispaban los nervios, cuando ya no resistió el ataque,  la señora se desmayó y cayó al suelo.
Cuando despertó, sin poder enfocar su vista pudo ver al señor. Ambos estaban dentro del canal, con el fango hasta la cintura, ella gritó de miedo y confusión, la luz era escasa y era jaloneada por él hasta los interiores, no sabía si seguía amaneciendo o ya atardeciendo , ella sentía lo viscoso de las aguas turbias y cuando pisaba, sentía que pisaba renacuajos, algunos sobrevivían sacudiéndose y escapando de la planta de los pies de la mujer, otros morían instantáneamente.






Al llegar al fondo,  parecía una caverna. Ella se sentía como si estuviera en el subterráneo, muchos metros bajo tierra, sabía que no regresaría a la superficie nunca más. El hombre la arrastró hasta donde ya no había fango ni agua y desabotonó su vestido, quitándoselo lentamente, la mujer no sabía si impedírselo y se quedó inmóvil mientras él la desvestía. Cuando el hombre la beso en los labios, su boca no segregaba saliva sino un sustancia parecida al fango, después le comenzó a escupir en todo el cuerpo hasta quedar cubierta de esa sustancia parecida al lodo.  Sus manos comenzaron a masajearle los hombros y los muslos, ella cerró los ojos y sintió que había más de dos manos masajeándola y embarrándole tierra húmeda en el cuerpo, algunas manos tocaban sus pies, otras las partes que solo su marido había tocado y otras su vientre. Comenzó a sentir un calor agradable, muy diferente al sofocante estupor que aquejaba al pueblo. Por primera vez desde la muerte de su marido, tenía contacto con otro hombre y para ella, ese habitante del pueblo no era agradable en lo absoluto, pero en ese momento se sentía acompañada y sacudida por un deseo, incluso sentía que podía confiar en él.
Durante días,  los familiares de la señora, buscaron por todas partes, los pescadores  bucearon en la laguna para ver si el cuerpo estaba en las profundidades sin encontrar rastro de ella.




La hermana de la viuda visitó el canal un domingo en la mañana, el lirio podrido había desaparecido y el agua se miraba cristalina desde la superficie. Mirando al túnel al final del canal, sintió como era mordida por zancudos, al mirarlos mientras devoraban su pierna, se dio cuenta que no eran moscos sino los renacuajos alados que la gente decía haber visto en las historias antiguas del pueblo, un enjambre salió del túnel y se abalanzó sobre ella, devorando sus miembros rápidamente, succionando su sangre y sus ojos hasta dejar el cadáver seco. Antes de morir, pudo ver a lo lejos a su hermana y al hombre besarse, en una paz y felicidad que solo se narra en los pasajes más bellos de  La Biblia.



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