
Hambrientos de cariño
y de su propio nombre,
mastican otra suerte
sin mostrar los dientes,
forzando espontaneidad
artificial.
Sorprendidos por la espalda
repiten biblias muertas
para convencer y convencerse,
bella era la fascinación
y aterrador reconocer
que no hubo aplausos.
Enternecen frívolos
prometiendo mejorar,
olvidando respirar
e impactando sobre
muertos en vida.
Fueron queridos
e incluso entendidos,
simpatía al final del final,
cuando el público cansado
los olvidó en su camino.
René Verduzco Cortés, 2011.
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